Marc Chagall fue uno de los artistas más prolífico e importantes del siglo XX. Nacido en 1887 en un pequeño poblado ruso, sus inquietudes artísticas le llevaron a París en 1910, donde alcanzó su madurez artística.
Inspirado casi siempre en las memorias de su infancia rusa y en la Biblia, su producción creativa fue tan fértil que muchos le consideran como el Picasso judío.
Volvió a Rusia en 1914 y participó activamente en la renovación cultural de su país, pero sus las exigencias revolucionarias de vincular compromiso político y obra artística le llevarían a marcharse a Alemania en 1924. Su condición de judío le obligaría después a emigrar después a Francia y Estados Unidos, hasta concluir la Segunda Guerra Mundial, para establecerse después definitivamente en Francia.
En esta exposición, “Chagall y sus contemporáneos rusos” Evgenya Petrova y Josef Kiblitsy, comisarios de esta muestra, han planteado un itinerario por casi 60 obras y 18 artistas, donde hay 16 piezas de Chagall, entre ellas dibujos, grabados y pinturas, también es posible apreciar la reproducción en su integridad de la habitación de Chagall en Vitebsk, con todos su objetos originales.
La mayoría de las obras proceden de los fondos del Museo Ruso de San Petersburgo, incluyendo préstamos de colecciones privadas rusas y europeas y es muy importante remarcar que las obras procedentes de las colecciones privadas son casi desconocidas para el público, ya que durante la revolución fueron escondidas y ocultadas por los coleccionistas siendo Chagall prácticamente prohibido en Rusia.
Marc Chagall empezó como artista en San Petersburgo y se consolidó en París, pero nunca perdió la conexión con Vitebsk, su ciudad natal, ni con el pequeño mundo de la comunidad judía en que creció. Allí volvió, al estallar la I Guerra Mundial, para casarse, y allí permaneció durante la revolución.
Desde el primer momento, sin embargo, las influencias formales de las distintas vanguardias asimiladas, se funden con la esencia más profunda de sus propias vivencias personales, profundamente arraigadas en Vitebsk, aldea natal y en el hecho de pertenecer a la comunidad judía.
Estos dos rasgos son los que más influencian el particular repertorio iconográfico de Chagall a lo largo de toda su vida: su pintura funde los recuerdos personales con la imaginería del folclore popular ruso, la realidad con la fantasía y las referencias al mundo campesino en el que pasó su niñez, son algunas de las imágenes que con mayor constancia repitió a lo largo de toda su obra.
Esta exposición nos trae una excepcional muestra de su trabajo durante los años parisinos y los posteriores de retorno en Bielorrusia, poniendo su obra en relación con la de otros grandes artistas judíos como Robert Falk, Nathan Altman o Vera Pestel, junto con objetos de artesanía popular que ayudarán a evocar aquel mundo que el holocausto nazi quiso borrar.
The promenade (El paseo), una de las piezas más emblemáticas de esta muestra, es un lienzo creado en 1917, rico en colores puros y formas geométricas estilizadas, similares a los cuadros del joven Picasso.
Con sus prodigiosas pinceladas, Chagall nos regala un momento para contemplar su visión del amor en este retrato de él con su esposa Vera: dos amantes a quienes este sentimiento los trae por las nubes.
Vestido de traje negro, un hombre permanece de pie en medio del cuadro, las piernas separadas dan equilibrio a su cuerpo y en los aires levanta su mano derecha, extendida hasta su pareja. La mujer vuela por el cielo y casi parece una cometa. Sostenida, solamente, por el brazo del hombre, su tenue sonrisa es espejo de la ilusión del amor y su cuerpo fluctúa en el aire. Las dos figuras, sutilmente geométricas, son el centro de atención, a tal grado que resulta difícil centrarse en los otros elementos presentes en la obra.
Fiel a su herencia familiar, Chagall propuso un acercamiento a la cultura judía a través de la poesía y del color. La influencia de la tradición judía se observa en los motivos que configuran su pintura; así como también en la estructura, los ritmos, y la expresión de las formas.
Chagall construye un mundo de analogías y metáforas a través del cual quiere poner de manifiesto el mensaje oculto las cosas, pero su mirada claramente es más cercana a la ingenuidad infantil y a la ficción pictórica, cautivándonos a través de una intensidad lírica y onírica y creando un universo antiguo hecho de símbolos y arquetipos que expresan emociones universales a través de una poética propia.