Convencionalmente reputada una de las artistas más influyentes del siglo XX y con una carrera que abarcó casi siete décadas, entrelazándose con algunos de los principales movimientos vanguardistas del siglo XX, desde el Surrealismo, hasta el Expresionismo Abstracto o el Posminimalismo, Louise Bourgeois creó un corpus de obra abundante e innovador sin renunciar a su propia visión creativa, donde el arte y la vida se confunden.
Comisariada por Iris Müller-Westermann y organizada en coproducción con el Moderna Museet de Estocolmo, esta exposición aúna más de cien obras de arte, un tercio de las cuales nunca antes ha sido expuesto, y es la mayor retrospectiva dedicada a esta artista en España, hasta el día de hoy.
Todas las obras han sido realizadas entre los años ‘40 del siglo XX y la primera década del siglo XXI, aunque casi la mitad de la obra seleccionada procede de los últimos nueve años de la carrera de la artista.
La exposición se compone de piezas de distintos formatos, materiales y épocas y la mayoría de las obras procede de los dos fondos gestionados por la familia de la artista, más algún préstamo de otros grandes museos (MoMA o Centre Pompidou).
El recorrido expositivo ha sido ordenado en nueve secciones – la fugitiva, soledad, trauma, fragilidad, estudios naturales, movimiento eterno, relaciones, dar y recibir y equilibrio- selección que nos ayuda a comprender la complejidad del trabajo de esta artista, con fuertes referencias autobiográficas y a su condición de mujer, con todas sus ansiedades vitales.
Las decisiones creativas de Louise Bourgeois rebosan conciencia y memoria en un círculo doloroso. «He estado en el infierno y he vuelto. Y permíteme decirte, fue maravilloso» es una frase que Bourgeois tejió en un pañuelo en 1996, siendo ya octogenaria. Esta frase, que se encuentra en una de las obras expuestas, condensa la esencia de su larga y perdurable trayectoria artística.
No es posible entender el trabajo de Bourgeois sin tener en cuenta su poderosísima carga autobiográfica, sin las experiencias ni las circunstancias que la acompañaron, sin esa voluntad más concreta de mostrar el cuerpo como espacio prioritario de trabajo y pensamiento, como inspiración y al mismo tiempo herida existencial, para provocar la reflexión del espectador. Aunque la obra de Bourgeois abarca la pintura, el dibujo, el grabado y la performance, la artista es más conocida por sus esculturas, ya sean íntimas o monumentales, en las que empleó diversos materiales, como la madera, el bronce, el látex, el mármol y el tejido, estos mismos materiales nos hacen reflexionar sobre la fragilidad y el equilibrio.
El recorrido expositivo empieza con una exposición de fotografías que recorre la vida de la artista Louise Bourgeois: Photo Album, y el documental Louise Bourgeois: No Trespassing. Entre los materiales de interpretación que acompañan la exposición también otro audiovisual con entrevistas a Jerry Gorovoy, (presidente de la fundación Louise Bourgeois, The Easton Foundation); a la comisaria de la exposición.
Una de las piezas principales de esta muestra La Araña (1996), se expone en el patio del museo. Se trata de una escultura de gran formato, sorprendentemente equilibrada sobre unas ligeras patas y que nos transmite hasta vulnerabilidad. Simbólicamente Bourgeois asociaba la araña a la figura de su madre, que era tejedora. La maternidad es un tema central en el trabajo de la artista, la madre representada como figura protectora a la vez que depredadora. La araña utiliza la seda tanto para fabricar el capullo como para cazar a su presa, así que la maternidad encarna fortaleza y fragilidad.
Entre mis piezas favoritas de esta exposición escogería Femme (2005), una mujer de bronce que cuelga de un cable y su proyecta su sombra en el suelo, o The eternal thread is you (2003), otra escultura que refleja esa constante búsqueda de equilibrio a través de la creación artística. Para esta artista el arte tenía un efecto curativo y la entendía como una terapia, donde la sublimación del dolor se realizaba a través de la creación.